Desde el momento que pones el pie en el interior de la iglesia San Pelayo, parece que todo gira alrededor de la figura del mismo, en el centro del retablo mayor, la imagen del santo niño sentado en una especie de trono. Cada uno de sus paneles en las filas superiores, relatan episodios sucesivos de su vida, así vemos imágenes de la batalla de Valdejunquera, del año 920, donde las tropas musulmanas de Adderramán III, derrotaron a las cristianas, e hicieron prisionero a Ermogio, obispo de Tuy y tío de nuestro patrón. Este se hizo sustituir unos tres meses y medio después por su sobrino, que tenía diez años, el precio de la libertad no llegó nunca y pasó casi cuatro en la cárcel.
Cuando Pelayo cumplió trece años, llegó a oídos del califa la belleza de su joven rehén, este fue llevado a presencia del mismo e intentó seducirlo, como podemos suponer la pederastia no es un hecho solamente de la vida moderna actual, ante sus reiteradas negativas ordenó torturarlo, al no alcanzar su propósito mando que fuera descuartizado y arrojado al Guadalquivir. La advocación del santo se extendió rápidamente por distintos lugares de los reinos cristianos. En Baños el nuevo templo que comenzó a construirse a finales del siglo XV se bautizó con la denominación del mártir, el viejo santuario se llamaba de Santa María. Sus restos descansan en el monasterio que lleva su nombre y que pertenece a las monjas benedictinas en la ciudad de Oviedo.