La realidad mezclada con fantasías, fábulas, mitos y tradiciones contadas de boca en boca, durante siglos a través de los vecinos, ha dado lugar a historias y leyendas que cabalgan entre la objetividad y la ficción, en el entorno de la ermita de Los Parrales. Algunas de las cuales están en la memoria de muchos bañejos y vamos a recordarlo.
Comenzaremos con la aparición de la Virgen en la Edad Media. En una región como la nuestra, que mejor paraje para una visión que una parra de uvas en un paisaje onírico completado por un manantial. Cuenta el Padre Anguiano en el siglo XVIII, que la talla fue escondida por algunos devotos anacoretas, de los muchos que hubo en las cuevas de la ribera del río Najerilla, para evitar así su destrucción ante la llegada al actual territorio riojano de los pueblos godos o de los árabes. Posteriormente, aparece el hasta entonces oculto exvoto sobre unas parras, manifestación que la tradición atribuye al poder sobrenatural de Dios.
En segundo lugar, mencionamos la leyenda que aparece inscrita en la fuente de Las Orinitas y que vamos a transcribir tal como está puesta en la misma. “La Virgen María, el Niño Jesús y San José pasaron por aquí en su huida a Egipto. María, que era humana, sintió necesidades fisiológicas y, según habladurías populares, este hecho, provocó que los vecinos recogiesen agua de la fuente de Las Orinitas de la Virgen para cocinar el cocido de Nochebuena”.
La tercera leyenda no aparece inscrita, ha pasado de boca en boca entre los vecinos. La primera idea de los constructores de la antigua ermita fue edificarla en la ribera, paraje de la aparición, donde se encontraba la fuente y la parra, pero por la noche las piedras y todo el material, para su construcción, viajaban a la llanura que se hallaba encima, por lo que llegaron a la conclusión de que la Virgen quería que su casa se levantara en dicho lugar.
Por último, tratamos el famoso milagro de la patrona de Baños. Podemos contemplar en el templo un curioso lienzo que popularmente se conoce como el cuadro del ciego de Medrano, que recuerda el prodigio más célebre de la Virgen de Los Parrales. Juan Calvo, vecino de Medrano, siendo invidente, vino a pedir limosna e hincado de rodillas ante la santa imagen, pidió muy de veras, le diese vista, la cual al punto se concedió. Esto sucedió el año 1707.