La visita al cementerio una tradición que se mantiene y otra que ha desaparecido

Se acerca el Día de Todos los Santos y como manda la tradición, se observa en el cementerio municipal un ir y venir de gentes. Unas limpiando sepulturas y panteones, otras colocando flores para adornar las lápidas, los más creyentes orando por los que se fueron.

Vamos a recordar también que en la noche de las ánimas, que va del uno de noviembre al dos, salían los niños llevando calaveras de calabazas, pepinos o remolachas, con una vela dentro, que representaban las almas desorientadas que se alejaban del cementerio buscando la salvación. Tradición que se ha perdido por arcaica, adoptando una que nos llegó de Estados Unidos ayudada por la propaganda de sus películas.

El actual cementerio se inauguró el uno de noviembre de 1924, el terreno fue donado por Miguel Bobadilla Samaniego. En febrero de 1927, llegaron donaciones de dos vecinos, que consistían, en unas andas a fin de realizar fácil la conducción de los cadáveres y 25 pesetas destinadas a la compra de una cruz destinada a la capilla del camposanto. En el mes de marzo de ese año, el Ayuntamiento acordó plantar treinta cipreses para adornar los paseos del mismo. En 1929, según consta en la entrada, Juan Sobrón elaboró un bonito forjado en la puerta de acceso. (Datos sacados de Crónicas de Baños de Río Tobía en los años 20 de Jerónimo Jiménez y del Diario La Rioja).

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