Carlos Villoslada el joven, nacido en Baños, tiene una vocación multidisciplinar que va desde la pintura a la cerámica y a la escultura No vale encasillarlo en una de las múltiples facetas que cultiva. Él ha seguido una trayectoria en la que ha pasado de cuidar las cabras de la granja familiar a lanzarse a la aventura.
-Lo suyo es vocacional.
*Siempre ha sido. Me ha gustado el arte, pintar y más que nada, investigar. Además, siempre que estaba con los animales por aquí, el arte era como un juego.
-¿Cómo nace y se desarrolla la vocación?
*Sencillo. Cualquier elemento o material que me encontraba era un juego con las formas, con la pintura, con la escultura, y sobre todo en el ámbito rural. Todo lo que encuentras aquí es maravilloso para poder trabajar. Palos, piedras, troncos… Todo viene de ahí aunque ahora esté más volcado en la pintura.
-Con todas las artes que practica, ¿por dónde ha empezado?
*Empecé con la pintura y la escultura. Era recopilar elementos olvidados y abandonados y darles una segunda oportunidad. Después comencé a hacer una obra muy grande, de mucho volumen… Había nidos de golondrinas cinco veces más grandes de lo normal y con mucho peso. Todo ello estaba a medio camino entre la pintura y la escultura. Pero necesitas mucho espacio y las obras no son fáciles de sacar. Luego me centré en algo más pequeño. Así llegué a la cerámica, pero sin desvicularme de todo lo anterior.
-Y su acercamiento al mundo del diseño y de la ropa…
*Jajajaja… Pues en un intento de llevar el arte más allá de las paredes de una casa. De hacerlo todo más próximo. Hasta ahora ha sido un intento de probar cosas. Un paso más.
-Siendo tan ‘rural’, en Madrid tiene que estar como un gato encerrado.
*Ser ‘rural’ no es malo, sino todo lo contrario. En Madrid me manejo bien pero es todo temporal. Voy una semana a trabajar, disfruto de la ciudad, veo lo que tengo que ver y luego me vuelvo aquí. Me gustan las ciudades grandes pero de visita.
-De alguna manera para trabajar necesita volver a sus raíces…
*Yo no podría vivir años en una ciudad grande sin tener lo que tengo ahora a mi alrededor. Yo necesito estar en contacto directo para poder hacer mi trabajo.
-Una cuestión. No es fácil pasar de cuidar las cabras en la granja de los padres o convertirse en artista. ¿Cómo lo ha visto su entorno familiar?
*Con naturalidad. Siempre les ha gustado lo que he hecho. Era algo más que compaginaba con el trabajo en la granja. Al principio yo estaba convencido de que iba a trabajar con los animales. Luego te das cuenta de que tienes algo y lo tienes que sacar por algún lado y por mucho que quieras compaginarlo son dos mundos que te absorben.
-¿Y su entorno más próximo, en el pueblo?
*Me conoce todo el mundo en el pueblo. Lo mío ha sido una transición natural. Me conocían como ‘Carlos, el de las cabras’ y ahora me conocen como ‘Carlos, el pintor’. También depende de la integración personal que tenemos cada uno.
-Viendo su obra uno tiene la sensación de que está desnuda de elementos decorativos innecesarios…
*Es verdad. No hay nada que la distorsiona. Hay que fijar la atención en lo importante. El resto, cierto, está desnudo.
-He visto dos series de trabajos suyos.
*Sí. Una se llama ‘Raíces’ y otra es sobre nidos y golondrinas.
-Y su periplo de exposiciones…
*Todavía es pequeño, pero estoy contento de los resultados en estos dos años que llevo trabajando exclusivamente el arte. Todo ha sido un poco de sorpresa. Hace un año me seleccionaron para exponer en el Museo Würth. Presenté una obra y el público la seleccionó y después tuve ocasión de exponer en el museo. Fue un paso grande. No había pisado galerías. También estuve en una exposición colectiva en Gijón. Me llamaron y ahí hemos estado.
*Vivir del arte no es fácil. ¿Ya le llega para sobrevivir?
-Sí. Un poco austero. Yo tenía un trabajo pero sabía que tenía que intentarlo.
(Entrevista de larioja.com realizada por el periodista bañejo Casimirio Somalo del 16/08/2015)