Paradojas de la vida. En muchos pueblos de La Rioja los niños salían la llamada Noche de Ánimas, la que va de Todos los Santos, el uno de noviembre, al día dos, conmemoración de los fieles difuntos, llevando en sus manos unas calaveras hechas de calabazas, pepinos o remolachas grandes, con una vela dentro. Según la tradición representaban a las ánimas que confusas y desorientadas surgían del cementerio, reclamando los rezos que aún necesitaban para subir a la Gloria.
Gran sinsentido es que hayamos perdido esa tradición de nuestros pueblos por arcaica y nos llegue la misma costumbre con la modernidad del cine estadounidense y las multinacionales del comercio que nos han invadido de calabazas fabricadas en serie y han vestido a los niños de brujas de pacotilla para pedir por las casas con la consabida pregunta del truco o trato.
La vieja costumbre no llegó a perderse del todo en nuestra tierra, de hecho todavía está presente. Los niños de Cornago, Cervera del río Alhama, Aguilar y Neila siguen saliendo más o menos como lo han venido haciendo siempre. En Baños los que tenemos cierta edad recordamos perfectamente esta tradición que aquí sí se perdió. Se procuraba todos los años guardar una calabaza o pepino maduro para vaciarlo y elaborar una calavera que junto con una vela dentro diese esa sensación. Cientos de ellas invadían las calles del pueblo en la noche de los difuntos.
(Riojarchivo – Archivo del patrimonio inmaterial de La Rioja)